lunes, noviembre 29, 2010

Aquellos discos míticos: 30 hombres solos

Grandes momentos en la historia de la periodicidad de las secciones: sólo han pasado tres años desde la última vez que añadí una entrega a esta sección. Sin embargo, allá voy de nuevo, con otro de esos discos inolvidables que casi hemos olvidado ya: el 30 hombres solos de Los Inhumanos.
Los Inhumanos nacen como un grupo de amigos intentando correrse unas juergas por las playas valencianas a principios de los 80, asaltando a las orquestas que tocaban en las verbenas de los pueblos en sus descansos y tomándose en serio a sí mismos lo menos posible. Farra, diversión e intoxicación etílica será, por tanto, la base para esta macrobanda de la que nunca se supo el número exacto de componentes que, uniformados con túnicas blancas, se dedicaban a corear y animar la fiesta desde el escenario. ¿Y la música? Pues sí, algo de eso había, bajo la dirección de Alfonso Aguado, con su pasmosa habilidad para crear estribillos irresistibles para borracheras.
Tras debutar con un EP llamado Verano inhumano (1983) fichan por una multinacional y editan su primer LP, Los Inhumanos (1985), con temas tan celebrados como Eres una foca, El disc-jockey se ha vuelto loco, Pilar o Manué, la que mayor huella dejaría. Quién no ha cantado eso de "Manué, no te arrime a la paré, que te vá a llená de cá, de cá, de cááá". Vamos, un disco mítico en toda regla. Pero no tan mítico como sería el que harían tres años después.
Su siguiente trabajo sería Las chicas no tienen pilila (1986), colección de canciones nuevas grabadas en directo que muestra la locura del grupo sobre el escenario, pero que no tuvo la popularidad del anterior. La banda parece entrar en crisis y cambian de compañía discográfica. ¿Es el fín? Ni mucho menos. Fuerzan la máquina y lanzan 30 hombres solos (1988), el disco que les hizo superventas y les convirtió en los herederos de Georgie Dann como grandes fabricantes de canciones del verano, con clásicos como Qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000, que un poco más abajo detallaremos. El caso es que alcanzan la cima de su éxito y en 1990 no sólo editan No problem (1990) (digna continuación con canciones como Yo sé beber o la que daba título al disco, una versión inhumana del Don't worry be happy de Bobby McFerrin) sino que llega a editarse un juego de ordenador (para Spectrum, Amstrad, MSX y aquellas míticas plataformas de los 80), protagonizado por la mascota del grupo, el troglodita que aparecía en la portada de sus dos últimos discos.
Por supuesto, su capacidad para la juerga les hizo imprescindibles para amenizar cualquier fiesta, y estos serían años de actividad frenética, realizando cien conciertos al año y editando nuevos discos de manera regular, con una progresiva decadencia y pérdida de frescura: El mágico poder curativo de la música de los Inhumanos (1991), el doble en vivo Directum tremens (1992), 9 canciones con mensaje y una con "recao" (1993), Si al amanecer no he vuelto venir (sic) a recogerme (1994), Música festiva para gente sin complejos (1995) y Música adhesiva (1996). Finalmente, perdida gran parte de su popularidad, y cuando los miembros fundadores ya estaban mayores y cansados, deciden que ha llegado la hora de cerrar y ponen punto y final con una recopilación de éxitos y rarezas, Apaga y vámonos (1998). Por supuesto, y como corresponde a un grupo anárquico e irreverente, al año siguiente de la despedida editaban nuevo disco, El retorno del Jeti (1999), antes de que Alfonso Aguado decidiera marcharse a formar La Banda del Capitán Canalla y se editase la recopilación Cara dura (2001), a modo de cierre definitivo del grupo.
Que por supuesto tampoco esta vez se produjo.
Es difícil disolver un grupo con tal número de componentes que no se sabe ni quiénes son ni cuántos son. Tras el abandono de los miembros originales toman el relevo hermanos menores, amigos y miembros más jóvenes del combo, insuflándole nueva vida al proyecto. Tras alguna participación en recopilatorios, algún EP y algún single, regresan con 25 años haciendo el imbécil (2004), nueva recopilación de éxitos con seis temas nuevos, al que seguirían Quiero volver con mi mamá (2006) y el recién publicado Los hombres que amaban a todas las mujeres (2010), que viene acompañado de libro y DVD. Ya no son habituales de la radiofórmula pero siguen disfrutando de una salud envidiable en el circuito de conciertos.

Y ahora veamos las canciones de su disco de mayor éxito:
Duba duba (western mix): El disco no se anda por las ramas y se abre directamente con una llamada a la juerga, el baile, la borrachera y el desenfreno. Al ritmo del "Oh Susana" dejan bien claro su mensaje: vamos todos al saloon (duba, duba), a coger un colocón (duba, duba, yé). Y tres minutos así. Por supuesto, fue un éxito. En su día no había bar en que entraras en que no sonara. Hoy no es tan frecuente, pero todavía puede escucharse de vez en cuando.
Woolly Bully: Versión no demasiado brillante del clásico de Sam the Sham. No aporta mucho, pero sigue con el tono festivo.
Qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000: El gran clásico entre los clásicos del grupo, todavía celebrado incluso entre la muchachada que no ha visto en la vida este modelo de coche y no sabe hasta qué punto este pequeño vehículo era poco dado a comodidades. Con un ritmo más pausado y un tono más tragicómico (soy pobre y no pude alquilar un picadero para ligar, y cuando alguna me quiero cepillar, en mi coche me tengo que apañar), su descacharrante pero pegadizo estribillo causó furor. Y es que todo el mundo ha tenido alguna vez problemas para encontrar un sitio para irse con la novia...
Ay qué dolor: Con un ritmo de fondo que recuerda (de lejos) tonillos flamencos, a estos juerguistas no se les ocurre mejor travesura que parodiar los quejíos con una letra consistente en repetir una y otra vez la frase que le da título al tema. Un chistecillo de poco recorrido que rellena sin molestar demasiado.
Me duele la cara de ser tan guapo: Acercamiento inhumano al duduá con lo que parece un canto al ego (mi sonrisa profident, mi careto de John Wayne, mi prominente mentón y mi martillo pilón, al espejo me miré y me excité mogollón), que luego se transforma en una broma a costa de los chulitos de bar (el destino que me dio mi cara melocotón mi felicidad rompió pues me duele mogollón) para acabar en un WTF sin nada que ver con el resto de la letra (yo no puedo soportar el tufo del autobús, esa peste axilar, ese cante a parrús, y el olor del calcetín de mi amigo Valentín). Queda claro que no son grandes poetas, pero, de nuevo, son divertidos y pegadizos. Cierra la cara A.
Juanita Banana: Abre la cara B otra versión de un clásico. Lo malo es que esta vez el propio clásico que versionean ya es odioso de por sí. Al menos los coros borrachuzos de esta versión debían ser totales en directo.
Una pareja feliz: En esta canción se lo curran un poco mas, con un retrato de pareja muy poco romántico, de nuevo con un poso más tragicómico. Con alguna imagen que remite al Kiko Veneno nuevaolero de "Si tú, si yo" (tú me lanzas el televisor, yo te tiro el despertador), es el tema más alejado de la pachanga y más cercano al pop gamberro de sus inicios que les emparentaba con otros ilustres gamberros de los 80 (te preguntas qué hace ésa en mi habitación, yo te juro, no comprendo de dónde salió, y qué hace en mi cama en ropa interior). A pesar de una producción horripilante, la mejor canción del disco. También sonó bastante, pero al no ser pachanguera fue el single que menos repercusión tuvo.
Me quiero: Otro duduá ególatra, en el que llegan bastante más lejos que en el de la cara A, rematado con una interpretación histriónicamente sentimental. Me quiero, no puedo estar sin mí, me quiero, con un amor sin fin, si me dejo alguna vez la razón yo perderé. Un chiste divertido.
Ye ye ye ye: Lo único que faltaba para cerrar una juerga perfecta era otra versión de un clásico de la juerga, ¿y qué más clásico que "Shout", el tema que bailan en la fiesta toga de Desmade a la americana? No es ni mucho menos una versión canónica, la destrozan sin piedad, pero también hay que reconocerles que la hacen suya y que sientan la base para sacarle todo el jugo en los conciertos a través del juego que plantean con los coros. Y es que el cierre para un disco sobre juergas no puede ser diferente de una juerga: cuando no me encuentro bien busco alguna solución, y no encuentro algo mejor que bailar a mogollón, y digo ye ye ye ye ye...
FRIKÓMETRO: 2/5 averías