jueves, julio 05, 2012

El chino que salía en todas las películas (reprise)


Hace doce años, embarcado en esa entrañable aventura editorial que fue Burz Cómics, vio la luz el primer número de Pinball, una serie dibujada por Daniel Foronda y con guiones a mi cargo de la que aparecieron tres números con calidad creciente y trascendencia decreciente. En el primer número aparecía un villano al que Daniel se empeñó en dar los rasgos de Al Leong, ese chino que moría en todas las películas de acción de los 80. Como complemento, incluí en aquel número un artículo recopilando las películas en las que había participado, e incluso describiendo cómo moría en muchas de ellas. Lo que no era moco de pavo en aquella época de una Internet prehistórica, en la que ni siquiera la iMDB y la página de su club de fans se ponían de acuerdo a la hora de enumerar todas sus apariciones en la pantalla.
Hace siete años decidí recuperar dicho artículo, lo revisé, lo actualicé (no mucho, porque el actor ya no se prodigaba tanto) y lo publiqué en este blog.
Hace una semana, probablemente después de buscar información ante la popularidad ganada en Internet por la recopilación de muertes con la que he abierto este post, alguien en la redacción de Informativos de la Sexta descubrió aquella vieja entrada, por lo que, a la hora de hacer este reportaje de relleno sobre el personaje, este blog fue mencionado en un rótulo al pie de pantalla como el lugar a donde acudir para buscar una lista completa de muertes de este hombre. ¡Mis cinco segundos de gloria! Las estadísticas de Blogger indican gran afluencia al blog aquel día, pero dado que la entrada tenía ya tantos años y estaba un poco perdida en el archivo es probable que muchos de los que entraron no encontrasen lo que buscaban.
Doce años después de escribirlo, el artículo ha alcanzado el telediario, dándole un nuevo sentido a la expresión "slow news day". No es que de repente vaya a obtener fama y fortuna por tan mínimo reconocimiento, pero, ¡qué a gusto se queda uno!

miércoles, julio 04, 2012

Son leyenda: el inevitable post conmemorativo del éxito en la Eurocopa 2012 (featuring Paul Newman)


Como si fuera uno de esos timadores de las salas de billar de las películas. Es el campeón. El maestro. El mejor. Y todos lo saben. Los demás jugadores le admiran, le respetan y, cuando han de enfrentarse a él, le temen. Pero últimamente no es él mismo. Está cansado. Su juego, que una vez fue brillante e imaginativo, ahora apenas produce admiración. De vez en cuando tiene algún estallido de genio, pero parece jugar con una cierta desgana, haciendo apenas lo mínimo necesario para seguir adelante. Pasa apuros, sufre, pero, de alguna manera, llega de nuevo a la final del torneo. Y entonces, cuando ya todos han visto que no está fresco y parece incapaz de desarrollar su mejor juego, y empiezan a subir las apuestas por el rival, un viejo campeón que ya puso en apuros al maestro en un enfrentamiento anterior... entonces, en la hora decisiva, el campeón empieza a jugar como sabe. Con tranquilidad, con el pulso firme, sin perdón. Con ese talento descomunal que nunca ha perdido. El rival, que lo había hecho todo muy bien hasta ahora, y al que por un momento el público había hecho creer que podía recuperar su vieja corona, comienza plantando cara, pero pronto nota cómo un sudor frío recorre su espalda y se va desmoronando, a medida que el maestro, cada vez más seguro de sí mismo, se regala esa partida perfecta que sus críticos siempre le reprochaban que no era capaz de jugar y va metiendo en sus agujeros todas las bolas, una tras otra, sin darle a su rival la oportunidad de utilizar su palo. Y con todo el mundo todavía en estado de shock por la exhibición que acaba de presenciar, el maestro sale del local muy satisfecho, nuevamente campeón, agrandada su leyenda y con el dinero de las apuestas.

Quién lo iba a decir en 2006, cuando tras otro fracaso en el Mundial España iniciaba su lucha por la Euro 2008 con una vergonzosa derrota en Irlanda del Norte. Año y pico después, España impresionaba al Mundo con su tiki-taka y levantaba por fín un título 44 años después. Todos sabíamos que era un momento histórico; pero ahora, un Mundial y otra Eurocopa después, sabemos que fue algo más: el comienzo de una leyenda. Este domingo la selección española completó un trébol sensacional con la consecución de tres grandes campeonatos de selecciones consecutivos. Pero todas las leyendas deben tener su momento perfecto. Como la goleada de la gran Hungría de Puskas en Wembley, o la inolvidable exhibición del Brasil de Pelé en la final de 1970 ante Italia. España, esta vez, no fue sólo la merecida campeona. También consiguió un resultado de leyenda para que su entrada en la Historia fuera por la puerta grande.

En los últimos cuatro años España no sólo ha logrado por fín sacudirse de encima la etiqueta de eterna perdedora, sino que además ha seguido ganando títulos con una voracidad sin precedentes, como si tuviera que aprovechar el momento para compensar todos los años en que el destino les ha sido esquivo y situar al fútbol español en el lugar que por historia, calidad, trascendencia y resultados (hasta ahora sólo a nivel de club, obviamente) merecían. España es hoy referente mundial y modelo de juego, y lo ha sido incluso en un campeonato como el recién terminado, en que las críticas a su juego han sido constantes. Han creado su propio estilo, hasta el punto de que su influencia gravitacional ha arrastrado a equipos de un estilo tan consolidado y exitoso a lo largo del tiempo como Alemania o Italia (¡Alemania e Italia!) a intentar también tocar el balón y controlar el ritmo del juego.

Dentro de unos años habrá toda una generación que no sabrá lo que significaba la maldición de cuartos, y a la que no sabremos explicar cómo es posible que nuestra selección de fútbol fuese durante años el chiste recurrente de los grandes campeonatos, hasta el punto de que incluso los ingleses, ese otro gran chiste recurrente del fútbol de selecciones, podían permitirse mirarnos con una sonrisa. Todo eso ha quedado ya atrás. Ahora esta selección es leyenda. Y se ha erigido como tal con un golpe maestro que hace unos años tan sólo se podía soñar.